Untitled - Zdislav Beksinski |
Algún
día lloverá y los árboles crecerán. Las nubes dejarán de esconderse, el sol se
sentirá intimidado y se irá. Los animales dormirán por una pequeña eternidad y
los humanos maldecirán. Algún día, después, el cielo estará despejado, tanto,
que se podrán ver las estrellas. Sin embargo, no las mirarán, porque estarán
secando los charcos que la lluvia haya dejado. Los animales adormilados aún, miraran
al cielo y volarán hacia él, con o sin alas, se irán para no volver. Las
estrellas morirán entonces, no de viejas, pero de ser ignoradas. Caerán y se
convertirán en polvo invisible antes de tocar el suelo. El sol se desvanecerá
junto con ellas y con él la luna y todo lo demás. Todo el cielo estará muerto,
oscuro, vuelto una nada. Nadie se dará cuenta, hasta que no haya agua qué
secar, hojas qué recoger, animales qué cuidar. Luego, añorarán algo que
desconocen. Observaran la nada en la altura y sentirán nostalgia. Se preguntarán
por aquello tan oscuro, simple y vacío. Nadie responderá, un gran silencio los
estrangulará. Se mirarán unos a otros buscando lo que no se puede encontrar,
tratando de averiguar lo inexistente. El agua, entonces, parecerá limpia,
preciosa, pero extraña y ajena a ellos mismo. Se secarán los ríos de pura
melancolía. Las luces falsas se apagarán por respeto. Todo quedará en
tinieblas, no obstante, nadie dirá nada ni sentirá miedo. Sólo una terrible
aflicción y pesadumbre. Sentirán que han perdido algo valioso y poco a poco
desaparecerán. Primero sus ojos, innecesarios en la lobreguez desgraciada.
Enseguida sus pies, al no tener caminos que andar. Luego sus piernas. Sus
manos, de no ser tendidas a nadie. Por último, sus bocas lanzarán el suspiro
final y se marcharán. Y así, lentamente, es como se hará la oscuridad a partir
de un cielo abandonado.
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