miércoles, diciembre 18, 2013

Mujercita

Childe Hassam - Nocturne, Railway Crossing,
Chicago [1893]

Verte es pensar en nubes de colores. Acordarse raramente de Janis Joplin, de su cabellera de color indeciso como tu mirada. Uno te ve y quiere acostarse en el pasto, aunque el cuerpo pique luego, aunque las hormigas duelan y los mosquitos le declaren guerra a mis brazos blancos. Verte es escuchar canciones que nadie escucha, canciones viejas, olvidadas como antiguas memorias, cumpleaños, navidades. Escuchar voces desgarradas de tiempos anteriores, voces de viejos artistas, tomadores compulsivos, drogadictos, marginales, pero románticos. Verte, verte, verte, no verde, sino verte. Verte amarilla, roja, gris, purpura, sombrero, mantequilla, zanahoria. Verte es pensarlo todo en un segundo, verte es beberlo todo, olerlo, sentirlo, verlo todo. Beber las gotas de mañanitas tempranas. Oler el aliento de té de tu boca, o de cerveza, o de agua. Tu aliento de mujer, mujercita, mujercita única. Casi tan única que da asco, que confunde, que enloquece, priva, enamora. Verte es decirte Hola en la mente, Estás muy bella, muy preciosa, muy única, muy todo, decírtelo todo en la cabeza, pensarlo nada más y no atreverse. Verte es voltear la cabeza como quien pierde una pelea y dejarte de ver. Verte es despedirse Chao, usted me recuerda a Joplin, e irse para no volver a verte. 

domingo, diciembre 08, 2013

Lo escrito

Les Deux Saltimbanques (Arlequin et sa Compagne)
Pablo Picasso

“Despreciable seeeer…” así cantaba la muchacha de la banda de punk a la que estaba escuchando. La violencia del ritmo y la voz dulzona de aquella pelinegra me parecía una mezcla magnífica.
Sí, estoy sola, frente al portátil, escuchando música y moviendo la cabeza de vez en cuando.
Soy una persona solitaria, melancólica a ratos, romántica a escondidas, rabiosa una vez al mes, chistosa con quien lo merece, lujuriosa cuando quiero. Hoy, hoy estoy amando a alguien de mentiras. Es de mentiras este individuo. Lo conozco por sus letras, por lo que ha escrito de mí y lo que habla por escrito. He leído a Benedetti, a García Márquez, a Caicedo, a Sabines, a quien quiera, pero este sujeto me ha escrito a mí y lo he leído. Este tipo que nunca escribe, que casi no habla, que ve porque no es ciego, me ha escrito sin pensarlo dos veces y me lo ha regalado dudándolo, quizá agarrándose el pelo después, comiéndose las uñas hasta sangrar. Quizá arrepentido, avergonzado de haber dejado sus mariposas en mi red. Ha dicho que mejor no lo lea, que mejor lo olvide, que lo rasgue, que lo queme. Y yo lo he leído, y releído y leído nuevamente días, semanas, meses después. Como leyendo el clímax de un libro, con el corazón a mil y tratando de tragarme las letras con los ojos.
Me he enamorado, pero de ese texto, de la desnudez de lo que siente, de cómo lo dice; no de él, no del tipo detrás de la hoja, no del que coge el lapicero, no del que siente esas pendejadas, ese enjambre de avispas que hacen cosquillas al principio, pero luego te pican hasta que se mueren. Sentí rabia o, tal vez, una tristeza sin fondo de no corresponderle la tesis de su texto, del salvaje pedazo de papel que me había regalado. Me limité a decirle que estaba muy bonito, nada más, nada de esperanzas. Muy bonito (muy inmenso, muy intenso, muy sincero, muy profundo, muy real, muy mío y suyo). 
“A romper las telarañas de tu corazón…” canta el tipo de acento español, vos grave y desgarrada. Una delicia. Soy una solitaria empedernida, carente de pasión, amor, hambre a ratos y sueño algunas noches. Hoy, hoy el sueño ha empacado sus cosas y se ha ido. Escucho silbar los primeros pájaros del día.

miércoles, diciembre 04, 2013

Solitario

Portrait of Silvana Cenni (1922). Felice Casorati

Quien está solo
Entiende más algunas canciones
Más ciertos poemas,
Pero entiende todas las noches de luna llena.
Quien está solo,
Hasta el punto de sentir 
Una melancolía sin llanto
Y el día sin mañana,
Recuerda vicios olvidados.
Sin embargo,
Quien está solo,
Entre personas y sus sombras,
Ama con un amor bruto
E inmaduro.
He ahí lo hermoso de un solitario enamorado
Que te ama pura y naturalmente.


viernes, noviembre 29, 2013

Álter Ego

Ena and Betty, Daughters of Asher and Mrs. Wertheimer
- John Singer Sargent

El que se despierta antes que suene el despertador, el que no lo escucha. El que pita cuando el semáforo cambia a verde, el que se asusta cuando escucha el pito. El que pide sopa en el almuerzo, el que pide seco nomás. El que pasa por el puente, el que cruza la calle. El que camina a la tienda, el que va en bicicleta. El que toma leche en caja, el que toma en bolsa, el que la prefiere en polvo. El que se peina con los dedos o el que usa peineta, el que no se peina. El que desayuna con tinto, el que come frutas, el que nada come ni toma. El que lee el periódico a las 6am, el que le echa una ojeada en la noche. El que pide vino tinto, el amante del blanco, el que prefiere una cerveza fría. El que lee libros, el que ve películas. El que anda en taxi, el que coge bus. El que besa primero, el que es besado. El que escribe con mayúsculas, el que no se le entiende lo que escribe. El que baila raro, el que no baila ni en la silla. El que reza por la noche, el que reza cuando se despierta, el ateo. El que cruza los dedos cuando jura, el que promete y no cumple. El que grita cuando hay gol, el que no sabe quién juega. El que sonríe primero, el que llora de último. El que cree en hadas y dragones, el que nunca creyó en el Niño Dios. El que dice Las dos y cincuenta y cinco, el que dice Faltan cinco para las tres’. El que canta en la ducha, el que se duerme en la bañera. El que saluda Buen Día, el que se despide Nos Vemos. El que contesta el teléfono rápido, el que no tiene teléfono. El que toma café con leche, el que toma té, el que toma chocolate, el que toma jugo de naranja. El que tira el papel en el suelo, el que lo guarda en el bolsillo. El que lo alumbran bombillas, el que prende velas. El que trota, el que juega baloncesto. El que pide huevos revueltos, el que pide huevos fritos. El que dice groserías, el callado. El que llora en el baño, el que caga en el bosque. El que paga completo, el que espera el cambio. El que es humano, el que deja de serlo bajo tierra.

domingo, noviembre 24, 2013

Recuerdo

The Sketchers - John Singer Sargent

Sentada frente a lo que podría llamarse mi sombra, recordé sin dificultad la noche en que lo vi por última vez. No fue tristeza, tampoco nostalgia lo que sentí al evocar su imagen tan clara y nítida como una foto. Más bien fue una pequeña alegría con manchas de nervios. Había pasado tanto tiempo desde que experimentaba una agitación en el alma, un movimiento violento de bichos en el vientre, una tímida sonrisa. Me alegré ante mi sombra, que era más tangible que mi propio cuerpo, por haber sentido lo que sentí en esos días de amor, por eso había tachado la tristeza como una opción de emoción al recordarlo. Sin embargo, nunca pude recordar sus palabras, ni sus besos, sino su ser completo, sus miradas y sonrisas. Su presencia, era eso lo que recordaba. La falta de soledad estando con él. Y era tan fuerte y lleno de vida aquel recuerdo, que la soledad se veía aún lejos e intocable. Gracias a las noches en que me quedaba dormida pensándolo, a sus manos que tomaban las mías, a las incontables veces que quedamos como náufragos en miradas llenas de cariño, entendí finalmente las historias contadas en los libros de romance, en los cuadernillos de poesía empapados de un amor del que parecía no mojarme. No obstante, hasta las novelas más largas, tenían un punto final. Una última frase que podía ser tanto devastadora como llena de esperanza. Nuestra frase fue olvidada, nuestra historia le había quitado el trono que nunca había merecido. Ahora pienso que si nunca vuelvo a sentir mi alma vibrar o mariposas revolotear en mí, podré vivir con el recuerdo vivo de algo que pasó y la satisfacción de estar libre de dudas.

El contrato.

Nonchaloir (Repose) - John Singer Sargent

Después de tanto haberlo pensado, decidió por fin decirle cuando lo amaba. Las noches que había pasado pensándolo se habían amontonado desordenadas en su pecho, impidiéndole respirar con facilidad, o siquiera escuchar los latidos de su corazón. Sin embargo, cuando llegó el momento, las palabras salieron sin orden, sin sentido, sin un camino en dónde andar o una corriente que las llevara. Pero, fue entonces otra conversación más, otro de esos diálogos cotidianos que se olvidan después que el minutero ha dado unos pasos. Él escuchó con la atención común, respondió preguntas que parecían normales, también preguntó sin sospechar nada. Habló y le hablaron, como en otro de los tantos días de aquellos en los que ella había manchado sus mejillas de rojo amor e intenso. No era el calor, como él pensaba, lo que la hacía ruborizar, ni era el viento el que la obligaba a acomodar mil y un veces su cabello detrás de su oreja. Tampoco era introversión lo que hacía que desviara su mirada cada vez que él la veía. Trataba de ocultar sus sentimientos que brillaban en sus ojos. No obstante, aunque la hubiese visto una y otra vez, seguiría ignorando por siempre el profundo amor, afecto, que sentía hacia él. Su mundo era imperturbable e impenetrable. Ella lo veía como desde una ventana, poniendo atención a cada rincón que era posible observar. Pero el miedo al rechazo le había cosido la boca y atado las manos. Lo quería aunque indiferente, aún aislado en alma de ella. Consideró, sin embargo, un privilegio poder percibir desde lejos su compleja presencia y se resignó a un amor callado y solitario, un amor de uno hacia otro sin ser devuelto. Fue triste, pero la resignación y esa soledad que contaba con su compañía, le había dado un sabor más neutro a lo que en un tiempo fue amargo. Con el paso del tiempo lo que fue amor, se convirtió en una costumbre apacible y tranquila, en una melancolía ya seca y dura, que aunque pasada por alto, aún existía. Finalmente, sin darse cuenta, aceptó la realidad con las condiciones que traía, para hacer su vida más llevadera.

viernes, noviembre 15, 2013

El día que llegó sin ser llamado


Duncan Grant, ‘Girl at the Piano’ 1940
La tarde se alineó perfectamente con mi suspiro. La precoz luna y el sol casi callado se encontraron en el cielo como aquel día. El maravilloso día en que lo vi a usted por primera vez, por algunos segundos que marcó mi reloj. Fue tiempo, pero a la vez distancia, ya que con el paso de cada segundo usted se alejaba de mí, mientras el sol se acercaba al horizonte. La sonrisa que le regaló a mis ojos quedó guardada en mi memoria, para ser recordada siempre, a veces con ternura, otras veces con nostalgia. Ayer, lo recordé, no con ternura, no con nostalgia, sino como quien recuerda lo olvidado, lo que se ha hecho borroso con el tiempo, lo oculto tras momentos agarrados a la memoria. Sin embargo, el día ayudó a salvarlo. El reloj jugaba con el tiempo que pasaba y el viento parecía tan fresco como entonces. Vinieron a mi mente palabras que imaginé le decía, miradas que pensé le podría regalar. El día, mi día, era un sueño, una fantasía, era perfecto. Mi felicidad estaba en él, junto a usted y los momentos, caricias, besos, futuro trazados con tiza sobre el silencio de una mujer taciturna, de una melancólica, de mí, la que más amó haberlo encontrado entre el manojo de personas, más bien sombras, que caminaban apuradas. El día, poco a poco, me fue dando las condiciones para aclarar aquel bello recuerdo, hasta poder verlo de nuevo, no en carne y hueso, pero en amor y esperanza.

lunes, octubre 21, 2013

La Pregunta

Beauty and the Beast by Arthur Hughes

Esta pregunta ha dado vueltas en mi cabeza. Confieso confusión. Quizás enfermedad también. Lo he probado todo, porque estoy desesperada y la desesperación se come mis noches, mi sueño, mi ser. Me he dado baños de poemas, he bebido canciones enteras, caminado descalza en prados tiernos, susurrado a la estrella. No obstante, no he podido curarme, quitarme esto que tengo, esto que entra a mis pulmones cada vez que inhalo y me quema intensamente.
Le he gritado a la luna llena en busca de ayuda, pero el grito es débil y se ahoga veloz en un sollozo leve. Incluso, me he vuelto experta en atardeceres, buscando una mísera respuesta a mi pregunta. Sin embargo, los atardeceres se han ido tan rápido como han llegado, dejándome a merced de la oscuridad y la incertidumbre. Las aves en la mañana, no obstante, suenan más hermoso que antes y su canturreo melodioso parece decirme cosas que no alcanzo a comprender. Y escucho atenta y paciente, con la esperanza de encontrar una respuesta escondida.
El tiempo, por su parte, no espera, sólo corre sin mirar atrás, sin detenerse. Pero corre silencioso y precavido, porque no lo percibo. Sé que pasa, pero no lo siento. Simplemente veo su rastro en mis ojos cansados, en mis uñas más largas, en las flores marchitas, en el día más oscuro, en el café ya frío. Sin embargo, el tiempo se va para perderse en el infinito y engancharse quizá en recuerdos vagos. Y no vuelve real, ni se lleva esto que mueve mis entrañas, esto que me arde en el estómago y me presiona el pecho. ¿Qué es esto que siento? Esa es mi pregunta, esa es LA pregunta, la traducción de cada uno de mis suspiros al verte.

lunes, octubre 07, 2013

Del diario de una enamorada.

"Compartment C Car 293"; by Edward Hopper


…me empezaba a lamentar como si hubiese perdido algo que nunca había tenido en realidad. El deseo de tener aquello me ahogaba y quemaba al mismo tiempo, y la angustia de no tenerlo me golpeaba sin cesar.
Me había obsesionado. Me había entregado de lleno sin darme cuenta. Ni siquiera era una opción. La pena invadía mi ser, entraba como el viento por la ventana. Libre.
Lo necesitaba aun sin saber por qué, pero lo necesitaba a mi lado. Lo quería conmigo, queriéndome como yo a él, completamente y con locura. Sin embargo, nada es simplemente perfecto. Él no me quería ni completa, ni medianamente. Mucho menos me necesitaba como mi corazón y mi alma a él. Mis lágrimas caían como ríos por mi rostro, formando poco a poco un mar donde yo esperaba ahogar mis penas. En el amor mis palabras y opiniones no cuentan, nada cuenta. Uno solamente ama y ya. Si se es afortunado, uno es amado de vuelta. No obstante, si se es desafortunado, uno sufre.
Era como un crimen del que nadie era culpable y sólo había sucedido porque sí, pero que no se había podido evitar…

lunes, septiembre 30, 2013

La espera

Flaming June - Lord Frederic Leighton

Te espero al otro lado, amor mío, con flores en las manos y estrellas en el cabello. Mis brazos anhelantes te llaman, te abrazan en el aire que te imagina. Te recuerdo con el alma y con mis labios que te besaron con pasión. También con mi piel que acariciaste lento, sin pensar en el tiempo que corría sin detenerse, rápido en el reloj, en el calendario, en la sombra del árbol, en el cielo. Mis ojos aguardan ciegos, guardando en la memoria tu imagen, tu cuerpo. Te espero ansiosa, sin mostrar mis dientes en sonrisa, sólo una leve curva que tú conoces, melancólica y sublime. Te hablo en mis recuerdos, sin que me entiendas ahora, sin que me oigas siquiera. Sin embargo te sigo hablando, desde mi corazón, no desde mi boca. Y te pienso, como evitando que me olvides. Te pienso grande e infinitamente, porque descubrí que puedo ser eterna y hacer lo infinito cuando desee. Te espero silenciosa, amor mío, con el mar en las rodillas y el collar al cuello. Soplo las hojas viejas del suelo para que camines tranquilo cuando llegues. Te quiero como eres, hasta con lo que desconozco y los defectos que dices tener. Te quiero con la oscuridad prendida y tu fuego interior. Le suspiro al cielo sin formar tormentas, le sonrío a las flores sin marchitarlas. Hago lo que debo con cuidado, para que todo sea perfecto, para ser yo perfecta, para ti. Al final, me arrodillo en el pasto tierno, rogando que llegues, que por fin cruces al otro lado donde te espero, amor mío. 

sábado, septiembre 28, 2013

Como Dios en la tierra

Sun and Life - Frida Kahlo
En la mañana sombría
El solitario caminante
Y los besos ausentes
En las brisas nocturnas
Los grises atardeceres
Y las sonrisas perdidas
En las lágrimas contenidas
Los pasos lentos
Y las canciones románticas
En la cama deshecha
Las plantas sin regar
Y las nubes rosadas.
Estabas tú
Como Dios
En la tierra
En cada cosa que
Seducía mis sentidos
En todo
Desde lo invisible
Hasta lo obvio
Y lo irreal
De igual modo.
Fue imposible
No adorarte
Pues eras todo posibilidad
Y esperanza.
La última estrella
Del cielo oscuro.

viernes, septiembre 27, 2013

El día de quien ama

Toulouse-Lautrec, Hangover
El reloj se lleva las horas
Y el cielo el sol
La canción termina
Y yo empiezo
Empiezo a querer
No simplemente
Sino a querer de verdad
A anhelar con fuerza
Ser la mañana que lo despierte
Y las estrellas que lo miren
Porque quiero
Más de lo que puedo hacer
Porque más que querer algo
Lo quiero a usted
Lo quiero
Como para ahogarme habiendo aire
Y quemarme aun sin fuego
Pues lo sueño sin dormir
Y vivo mientras muero
En el árbol viejo que cae al viento
En el lago que se seca
Y la mariposa que agoniza
Es real lo que siento
Como es real
Mi corazón que late
Y mis manos que acarician
Mis ojos se cierran
Ante el paisaje terrenal
Para pensarlo de lleno
Y tenerlo
Al menos
En mi mente
Es preso en mi cabeza
Pues de ella no sale ni un minuto
Y si lo veo en lo real
Me avergüenzo de mí misma
De lo que pienso
De lo que siento
Y como reacciono
Pero reacciono por dentro
Sin dejar a la vista nada
Sólo los ojos cansados
Al final del día

jueves, septiembre 26, 2013

Juegos peligrosos

Marc Chagall
Jugamos a los desconocidos
Seriamente
Ignoramos todo del otro
Y la curiosidad se envolvía
Como serpiente feroz
En nuestro cuello

Jugamos
Siendo adultos
Pero como niños
Inocentes
Sin conocer peligros
Sin tomar precauciones

Nos acercábamos poquito
Como acercándonos al fuego
Queríamos ver más allá
Porque lo de acá
Carecía de importancia

Jugamos en silencio
Y dedicados
Ambos escondiéndonos
Pero buscándonos
Jugamos
Sin acordar primero las reglas

Jugamos los dos
Y perdimos
Desconociendo todavía el premio
Perdimos los dos

Nos perdimos a los dos
En un juego de uno contra uno

miércoles, septiembre 25, 2013

Hoy vengo

Pablo Picasso
Hoy vengo
Con la mirada baja
Y las manos escondidas
Las palabras sueltas
Y las sonrisas extraviadas

Hoy vengo
Con la mente desesperada
Y el silencio despierto
Las mejillas coloradas
Y el corazón revuelto

Hoy vengo
Para mostrarle quién soy
Y qué me pasa
Para que me comprenda completa
Y decida si se marcha

Hoy vengo
Sin balas ni flechas
Y sin escopetas en la maleta
Las manos vacías
Y el alma repleta

Hoy vengo
Sin una excusa razonable
Y el pensamiento deshecho
Huracanes en el vientre
Y desvelos en el lecho

Hoy vengo
Porque lo amo
Y no miento
Con locura
Y sin aliento

martes, septiembre 24, 2013

Entrañas vivas


Woman Drying Herself - Edgar Degas

Usted me habla
Y sin yo escucharle
Le entiendo

Usted habla como bailando
Con la mano en el corazón
Dentro de la carne
Que yo imagino roja
Viva
Palpitante
Porque usted siente como nadie
Y lo calla a todos
Pero a mí no

Usted me cuenta
Lo que pasa en esas entrañas
No con palabras
Sino con frases enteras
Sin espacios
Ni puntos
Ni silencios

Su respiración se agita
Y sus tripas se encienden
No puede controlar lo que en su cuerpo ocurre
Estalla por dentro
Completa y espontáneamente

Se avergüenza de ser tan directa
Pero yo la animo
No se avergüence
Que yo
Como usted
Estallaré después
Cuando usted me hable
Y yo le entienda.

lunes, septiembre 23, 2013

El viento del día.

           

William Waterhouse
Vengo a cantarle al viento
Que susurra cuando el silencio hiere.
Al viento de la madrugada,
Que acaricia el rostro de los insomnes.
El amor de los árboles,
El tormento de las delicadas rosas.
Golpeas la ventana floja,
Y tumbas el mantel de la mesa.
Te llevas las hojas secas
Y las palabras rotas.
Viento ligero
Viento que seca las lágrimas de los melancólicos.
Viento que hace a los ojos mirar bonito.
Nave de las aves
Y balsa de los sueños.
Llévate el polvo del suelo
Y las sonrisas falsas.
Haz volar las plantas viejas
También empuja las nubes grises.
Tráeme las estrellas
Y no te olvides de la luna.
Saluda al sol desde lejos
Y devuélvete fresco.
Sereno.
Sin precipitación.
Ven como brisa.
Besa mi cuello caluroso.
Abraza mis manos solitarias
Y limpia el camino para mis pies.
Si puedes,
Si quieres,
Viento de la tarde,
Llévame contigo.
Llévame pacífica.
A donde las flores crecen
Y no mueren,
A donde los ríos nacen tranquilos
Y los pájaros cantan bajo y alegres.
Y,
Si puedes,
Viento de la mañana,
Lleva a otros soñadores.
A los que sueñan con flores que no mueren,
Ríos tranquilos
Y pájaros que susurran melodías.

sábado, septiembre 21, 2013

Hoy

In The Stillness by Daniel Gerhartz

Hoy lo he pensado tanto que me ha invadido el impulso de escribirle y confesarle todo. Lo extraño y quiero verlo. Ante todo: tengo miedo. Bien debe saber usted que he sido una libertina y tal vez promiscua en muchos aspectos. Esto que siento hoy por usted es algo totalmente nuevo. Hace poco estamos en esta situación sin nombre y debo decirle que nunca he estado tanto tiempo con una persona. Me impresiona a mí eso y me aterra enormemente. He sentido mucha tristeza, pues sé que usted sólo me quiere por la carne y mi lujuria desbordante. Lamentablemente es mi culpa, pues me mostré como una gata desde el principio. No obstante, ahora me arrepiento, ya que siento que me gusta más de lo debido. Seguramente usted se burlará de mis sentimientos novedosos, además por verlos en mí, una supuesta inalcanzable. Anteriormente, otros me han amado y yo los he despreciado y abandonado. Probablemente usted haga lo mismo conmigo. Me pone melancólica aquello, aunque desde hace tiempo sabía que algún día ocurriría, es lo que por ahí llaman karma. No he sido una romántica nunca, excepto en muchos de mis escritos, incluso algunos de los que usted ha leído así lo demuestran. Hoy, sin embargo, me llena un romanticismo puro que no puedo siquiera escribir. Sé que me gusta, no puedo decir que lo amo, pero sí estoy segura de que usted me gusta. Cada vez que lo beso, lo quiero seguir besando, y cada vez que lo abrazo, quiero seguir abrazándolo. Maldigo esos sentimientos que perturban mi diminuta paz y mi alma nerviosa.
Quiero estar con usted pero a la vez no. Temo que esto vaya más lejos y que usted después me bote como yo lo hice antes con otros que supongo también sufrieron. Me odio por eso. Temo que usted encuentre en mis ojos un brillo diferente, resplandeciente, nuevo. Temo que usted se aproveche de ello, porque me vuelvo boba y sumisa a su lado.
Si supiera las cosas que le escribo, las cosas que pienso de “nosotros”, me aterro cuando me encuentro, yo, pensando aquellas cosas que sólo creía posibles en escritos vagos. Pero qué puede hacer la razón frente al corazón. Se me sale todo de las manos. Yo, tan racional, ahora hablando de corazones y romance. Y me aflijo cuando lo pienso, pues sé que usted ni se imagina lo que por mi cabeza pasa, ni lo que pasa en mi cuerpo y en mi alma cuando lo veo, cuando usted me mira con esos ojos que tanto me encantan. Qué cosas digo. Me pongo dramática y escribo sin pausa, sin detenerme a borrar las idioteces y cursilerías que escribo. Me siento tonta, y no me siento yo. Es que no soy esta que escribe. Pienso que me ha hecho daño la literatura, las nóvelas románticas que tanto me fascinan y los escritos y poemas que amo escribir. Parezco ya a Don Quijote, no loca por la caballería, sino por el romance. Desafortunadamente no cuento con un Sancho Panza que me frene. Ay, cómo sufre el espíritu por los amores no correspondidos y qué débil es el corazón. En cambio, la imaginación es tan fuerte, uno no hace más que imaginarse historias felices, utopías. El único consuelo es el sueño. Dormir, si es que puedo, en las madrugadas. El techo oscuro le susurra a una cosas, no deja dormir. Luego una vence todo y duerme. Pero usted llega sin avisar a los sueños y a la mañana siguiente las ojeras son dueñas de mis ojos opacos ya. Entonces leo, para ver si encuentro alguna solución a esto que hoy siento, pero no hay nada. Sólo finales, o muy felices, o totalmente trágicos. Sé que nada tiene un final feliz, confío en ello porque soy un ser pesimista, por lo tanto me resigno a todo lo trágico que venga.
Sí, aquí, de pie, espero aquella ola gigante, que me arrastre a donde quiera. Malditos todos los que dijeron que el amor era de color de flores, pero estaban en lo correcto. Muy vivaz el amor, pero las flores, como todo, marchitan y mueren. No sé qué pretendo hablando de un amor que aún no siento. Sin embargo, ahora soy casi presa de usted, sin usted saberlo aún. Qué fácil se complica la vida.

miércoles, septiembre 18, 2013

Los demonios

Seated Old Woman - M.C. Escher

En el camino polvoriento y rocoso de la vida, me di cuenta por fin de lo que era. Solitaria caminaba sin afán en el sendero sórdido, mientras el sol quemaba mi rostro con voracidad. ¿Qué era yo? Me preguntaba cada minuto de mi vida. Desesperada siempre buscando la respuesta marchitaba las rosas con mi mirada y acababa el aire con mis suspiros. Yo sabía desde antes qué era, pero el temor me había obligado a desconfiar. Una melancólica empedernida. Eso era, con o sin remedio, en aquel instante. Miraba los prados con tristeza, pensando que algún día aquella zona se tornaría estéril y seca. Veía el cielo con su luna y sus pocas estrellas visibles, recitándoles poemas mentalmente de la más triste índole. Mis sonrisas eran cortas y precavidas, supremamente superficiales, de ojos taciturnos, pero levemente brillantes. Le escribía con el corazón a todo, hasta a la pared blanca frente a mí, tan falta de vida, como me sentía yo en algunas ocasiones. Andaba con la soledad de la mano, amándola con mi ser y al mismo tiempo muriendo por ella. Pocas personas se ganaban mi cariño. Pocas personas me gustaban de verdad. A veces me alejaba de todo para acercarme a mi nada cotidiana. No obstante, aparecía alguien y yo le correspondía aquella aparición por ser alguien profundo, con manchas invisibles para muchos de melancolía. Entonces hablábamos de a poco, de cosas que uno se habla a sí mismo en la soledad. Quedaba cautivada aquella persona con mis palabras que tal vez descubrían insuficientemente mi condición de taciturna. Mi poesía solitaria, triste, pero llena, completamente llena de romanticismo puro les llegaba al corazón virgen. Los pequeños momentos de interacción romántica con otras personas me satisfacían rápidamente. Sin embargo, aquellos individuos pretendían abrirme como un libro y sacar de mí todo, leerme desde el título hasta el punto final. Aturdida yo frente a ello, huía. Huía atemorizada, con un terror que circulaba como ríos feroces en mis venas, y me escondía en mi tan adorado aislamiento. Allí, sufría en silencio por algo que desconocía en mí. Las manos me temblaban sin control y el frío me helaba los huesos. Me arropaba con la luz del sol en el día y la de la luna en la noche. Mi mirada sombría perdía su brillo cada vez más rápido y mi sonrisa falsa se desprendía con facilidad. Nadie conocía mi padecimiento y a veces, sumida en desamparo, también lo ignoraba. Disfrutaba de aquel dolor, sin embargo, en algunas ocasiones.  Mi realidad distorsionada me permitía sentir las miradas amargas de la gente, ver sus manos cansadas y temblorosas al final del día. Personas de semblante oscuro, otros con las esperanzas cayéndose de a poco de su pellejo. Era un paisaje oscuro y sórdido en el que se encontraban algunos restos de sonrisas u ojos reflexivos. Me inspiraban esos diminutos bellos detalles, pues en medio de mi común aflicción mental, apreciaba con ternura los brillos en la oscuridad. Escribía poesía dedicada a aquellas sonrisas como estrellas en la noche. Pero los demonios seguían acechando hambrientos y malditos, sedientos de aquella luz resplandeciente. Y se la bebían. Rápido. Despiadadamente. Entonces: oscuridad. Otra vez estaba yo, conmigo misma nada más, taciturna, callada y casi muerta. Quería irme, escapar de ese lugar inmundo que no sabía si era real o una alucinación. Me ahogaba con las luces tenues de la ciudad, observando el vacío sin esperar nada. Nada. Deseé ser una gota de lluvia, caer y secarme. Deseé estar en el campo con las flores impregnadas de vida y color, con los árboles danzantes y el pasto tierno. Deseé ser un jardín y vivir del sol y la lluvia. Deseé infinidad de fantasías. Imaginé, porque era lo único que me hacía feliz, además de contemplar la naturaleza magnífica. Imaginé lo bello e imposible. Y la melancolía seguía prendida de mi cuello, ahogándome de a poco. La respiración dificultosa, los ojos casi ciegos, la boca cerrada, los oídos sordos, las manos inmóviles y la mente en blanco. Lo único que me indicaba que estaba viva eran los latidos de mi corazón débil. Rápidos y luego lentos. A veces unos más fuertes que otros. Ese corazón que sentía por todos, que no amaba a nadie, ni a sí mismo. Latía taciturno, pero esperanzado. Al fin y al cabo se trataba de un corazón fuerte, que había sobrevivido a pesadumbres inimaginables. Mi corazón. Y mi mente que imagina, y mis manos que escribían, y mis oídos que oían, y mis ojos que veían el cielo. Y mi boca que… aún seguía cerrada, pues así me gustaba. Mis piernas continuaron moviéndose, en el camino donde crecían plantas en la tierra. Entendí qué era, pues, con mucha dificultad y dolor normal. Sin embargo, aprecié aquello, el peso de la incertidumbre se fue y trajo alivio a mis hombros. Seguí el camino con mi soledad y mi melancolía bajo el brazo, esperando algún día encontrar un rincón en dónde dejarlas.