Madame Misian Nathanson - Henri de Toulouse-Lautrec |
Ahora, la silla en la esquina de la
habitación blanca no es más que una silla en la esquina de la habitación
blanca. Cuando tú entras en la habitación, es diferente, la silla deja de ser
una simple silla, ella sabe de ti cuando recorres toda la habitación, cuando
miras todas las cosas que hay en ella: los cuadros, esos que tanto te gusta
observar y tratar de descifrar; los libros, que luego de pasar tu blanca mano
por encima de ellos para quitarles el polvo, hueles su interior, porque te
encanta el olor a recuerdos; las fotos antiguas colgadas en las paredes, son
todas personas desconocidas, pero eso te gusta, porque te gusta crear historias
a su alrededor, como tratando de hacerlas reales; las cartas sin terminar sobre
el escritorio, siempre llegas con un fragmento de algún libro o una frase que se te acaba de ocurrir en el
camino y la escribes en una esquina del papel,
lo haces porque sabes que para eso está ahí, para ser escrito, y no por
cualquier mano, y no cualquier escrito, sino uno que tenga un significado
implícito, uno que haga que quien lo lea piense, se sienta identificado o
simplemente disfrute leyéndolo. Las plantas marchitas en sus macetas, las tocas
como tratando de darles vida, aunque sabes que no será así. “Todo nace y todo
muere”, es lo que piensas cuando ves esas plantas sin flores, con unas pocas
hojas cafés y arrugadas roídas por los insectos. Muchas de esas hojas se
parecen a las hojas de los libros que te gusta oler, casi marchitas, sin
embargo, aún con vida. Luego te sientas en la silla en la esquina de la
habitación blanca y miras a tu alrededor. Eres tú. Eres tú la habitación
blanca. Eres indescifrable como los cuadros, eres historias como los libros, eres
desconocida como las personas de aquellas fotografías colgadas en la pared, eres
vacío como las cartas sin terminar y ya está por caerse de ti la última hoja de
vida como las de las plantas marchitas. Cuando se caiga, al momento de terminar
de escribir esto, ya no serás más. Sin embargo, podré verte desde la silla en
la esquina de la habitación blanca.