Seated female nude by Pablo Picasso. |
La piel de su espalda perfecta rozaba
la tela roja con puntos blancos del sofá de mi sala. Estaba lejos de mí, aun
así alcanzaba a percibir su olor. No era cualquier olor. Era SU olor, ese que
me enloquecía, que hacía que mi respiración se acelerara. Me gustaba que
estuviera ahí sentada, mirando las flores blancas del florero que se encontraba
encima de la mesita de té frente a ella. No decía nada, pero pensaba mucho. No
pensaba en nosotros, no en cosas comunes. Pensaba en la forma de las flores, en
cómo se habrían formado, en el porqué de su color, en muchas cosas que
probablemente le quitaban el sueño en las noches. Sí, es de ese tipo de personas
que ven lo que las otras no. Es una de las cosas que me parecen fascinantes de
ella. Se sentía bien ahí, disfrutaba la brisa que entraba por la ventana a su
lado. Le gustaba como la brisa movía levemente la cortina blanca con estampado
de mariposas azules. Era como si lo sintiera todo. A veces pienso que olvidaba
que estaba con ella, que estaba en mi casa, pero sólo parecía, no era así. Ella
sabía que estaba allí, viéndola, creyendo saber lo que pensaba, creyendo saber
lo que le gustaba y disfrutaba. Con la mirada todavía en las flores, con el
cabello moviéndose un poco por la brisa, me dijo que ese día dejaríamos de ser
extraños.
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