miércoles, agosto 07, 2013

Lo simple, simplemente.

Charles Guilloux
Aprendí a amar la luz opaca de las seis de la tarde.
Aprendí a recibir el viento fresco, casi frío, que entraba por la ventana de mi habitación a medianoche.
Aprendí a disfrutar el piso frío en mis pies descalzos.
Aprendí a admirar la suave rugosidad del azulejo del baño.
Aprendí a no usar sostén cuando la situación lo permitía.
Aprendí a apreciar las conversaciones con extraños.
Aprendí a vivir con la soledad taciturna.
Aprendí a querer a las emociones humanas, por más devastadoras que fueran para el alma.
Aprendí a usar y amar las tildes, las comas y los puntos.
Aprendí a callar las mil voces desesperadas en mi interior.
Aprendí a sonreír aun estando triste.
Aprendí a ceder el puesto en el bus a quien lo necesitara.
Aprendí a amar a quien se lo merecía.
Aprendí a subrayar hermosas frases en los libros.
Aprendí a llorar y a disimular aquellas lágrimas después.
Aprendí a dormir desnuda en las noches calurosas.
Aprendí a tachar lo incorrecto y a corregirlo.
Aprendí a regalar sonrisas y a recoger flores coloridas.
Aprendí a alegrarme por la felicidad ajena.
Aprendí a saborear cada trozo de pastel que me llevaba a la boca.
Aprendí a observar la forma de las nubes y su movimiento.
Aprendí a dejar atrás inútiles y falsas amistades y a abrazar a las verdaderas.
Aprendí a disfrutar el sabor natural del agua.
Aprendí a mentir cuando era necesario y a decir la verdad cuando debía.
Aprendí a tejer pequeños versos imaginados.
Aprendí a amar a mi prójimo como a mí mismo y, en el proceso, aprendí a olvidarme de Dios.
Aprendí a escuchar canciones nuevas y a cantar las viejas.
Aprendí también a leer la última frase de los libros, antes de empezarlos.
Aprendí a respirar hondo cuando mi cuerpo me lo pedía.
Y aprendí a dejar el lápiz cuando la oscuridad de la noche pasaba a saludar.

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