Duncan Grant, ‘Girl at the Piano’ 1940 |
La
tarde se alineó perfectamente con mi suspiro. La precoz luna y el sol casi
callado se encontraron en el cielo como aquel día. El maravilloso día en que lo
vi a usted por primera vez, por algunos segundos que marcó mi reloj. Fue
tiempo, pero a la vez distancia, ya que con el paso de cada segundo usted se
alejaba de mí, mientras el sol se acercaba al horizonte. La sonrisa que le
regaló a mis ojos quedó guardada en mi memoria, para ser recordada siempre, a
veces con ternura, otras veces con nostalgia. Ayer, lo recordé, no con ternura,
no con nostalgia, sino como quien recuerda lo olvidado, lo que se ha hecho
borroso con el tiempo, lo oculto tras momentos agarrados a la memoria. Sin
embargo, el día ayudó a salvarlo. El reloj jugaba con el tiempo que pasaba y el
viento parecía tan fresco como entonces. Vinieron a mi mente palabras que
imaginé le decía, miradas que pensé le podría regalar. El día, mi día, era un
sueño, una fantasía, era perfecto. Mi felicidad estaba en él, junto a usted y
los momentos, caricias, besos, futuro trazados con tiza sobre el silencio de
una mujer taciturna, de una melancólica, de mí, la que más amó haberlo
encontrado entre el manojo de personas, más bien sombras, que caminaban
apuradas. El día, poco a poco, me fue dando las condiciones para aclarar aquel
bello recuerdo, hasta poder verlo de nuevo, no en carne y hueso, pero en amor y
esperanza.
muy bueno lo tuyo .felicitaciones
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