domingo, noviembre 24, 2013

El contrato.

Nonchaloir (Repose) - John Singer Sargent

Después de tanto haberlo pensado, decidió por fin decirle cuando lo amaba. Las noches que había pasado pensándolo se habían amontonado desordenadas en su pecho, impidiéndole respirar con facilidad, o siquiera escuchar los latidos de su corazón. Sin embargo, cuando llegó el momento, las palabras salieron sin orden, sin sentido, sin un camino en dónde andar o una corriente que las llevara. Pero, fue entonces otra conversación más, otro de esos diálogos cotidianos que se olvidan después que el minutero ha dado unos pasos. Él escuchó con la atención común, respondió preguntas que parecían normales, también preguntó sin sospechar nada. Habló y le hablaron, como en otro de los tantos días de aquellos en los que ella había manchado sus mejillas de rojo amor e intenso. No era el calor, como él pensaba, lo que la hacía ruborizar, ni era el viento el que la obligaba a acomodar mil y un veces su cabello detrás de su oreja. Tampoco era introversión lo que hacía que desviara su mirada cada vez que él la veía. Trataba de ocultar sus sentimientos que brillaban en sus ojos. No obstante, aunque la hubiese visto una y otra vez, seguiría ignorando por siempre el profundo amor, afecto, que sentía hacia él. Su mundo era imperturbable e impenetrable. Ella lo veía como desde una ventana, poniendo atención a cada rincón que era posible observar. Pero el miedo al rechazo le había cosido la boca y atado las manos. Lo quería aunque indiferente, aún aislado en alma de ella. Consideró, sin embargo, un privilegio poder percibir desde lejos su compleja presencia y se resignó a un amor callado y solitario, un amor de uno hacia otro sin ser devuelto. Fue triste, pero la resignación y esa soledad que contaba con su compañía, le había dado un sabor más neutro a lo que en un tiempo fue amargo. Con el paso del tiempo lo que fue amor, se convirtió en una costumbre apacible y tranquila, en una melancolía ya seca y dura, que aunque pasada por alto, aún existía. Finalmente, sin darse cuenta, aceptó la realidad con las condiciones que traía, para hacer su vida más llevadera.

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