Venice - William Merritt Chase |
Es
una banca de madera donde estoy sentada. El contraste del color de la banca y
el pasto es agresivo. Me gusta sentarme aquí de vez en cuando. Mirar los
árboles y los pequeños arbustos. Sobretodo mirarlo a usted en la ventana de su
casa.
Usted
siempre se asoma a las ocho y treinta, después de bañarse, a fumar un
cigarrillo. De vez en cuando me siento en la banca, mirando hacia esa ventana.
Usted siempre sale. Nos miramos, sólo nos miramos, no sonreímos ni nada. Usted
se acaba su cigarrillo y entra de nuevo. Yo me quedo viendo la ventana unos
minutos y sigo escudriñando el paisaje. Vengo acá para calmarme, ¿sabe? Venir
aquí es volver a la rutina. Me gusta verlo, es como ver una parte de su
personalidad. Muy rutinario. Siempre sale después de bañarse a fumar un
cigarrillo en la ventana. Bueno, siempre que he venido usted ha estado. ¿Por
qué? ¿Quiere acaso contagiarse de la curiosidad? O, ¿le es ajena mi presencia?
Yo tengo muchas preguntas y usted pocas respuestas.
Pero
no se quede ahí fumando nada más, ¡sonríame! No, usted parece ser de esos
que no sonríen. ¿O es porque yo también estoy muy seria? Dígame, hombre, ¿por
qué tan regular su conducta? Su mirada, parece que me pregunta algo: ¿Por qué
viene de vez en cuando a mirarme, a mirar la ventana? Estoy curiosa y aburrida,
algo en su comportamiento me tranquiliza. Debe ser la rutina. Algo en usted va
a hacer que no venga de vez en cuando, sino siempre. O no. ¿Acaso hoy está
prendiendo otro cigarrillo? ¿Está desafiándome? Mire, le pago con mi tiempo
para ver la función de siempre. Sin embargo, está cambiando. ¿Quiere hacer la
función más atractiva? Así no lo va a lograr, querido amigo. ¿Ahora qué va a
pasar? ¿Va a fumar antes de bañarse? ¿Va a salir a tocar guitarra? ¿No va a
volver a salir?
Adiós,
hasta que la casualidad o la curiosidad nos encuentre.
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